"...La luz de la noche exageraba los gestos. Subieron las escalinatas, ya sin hablar. Con el permiso implícito en la cabeza baja, penetraron en ese corazón redondo y hueco que se dejaba vislumbrar con sutileza por la luz titilante de cientos de velas. El aroma era tan penetrante, que no hubo que explicar nada a Giorgio, quien percibía cada detalle desde su olfato y su piel...
..La atmósfera santa los envolvió...
Permanecieron en silencio el tiempo necesario para que algunas velas se consumieran y, con ellas, sus prejuicios y sus primeros temores..."
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